-¿Qué
no pudiste? –porque necesitas que ella lo diga. Se separa y te
mira.
-No
le pude decir que sí –y niega con su cabeza, con sus lágrimas en
la mejilla– porque tu cara se aparecía en él, tu sonrisa, tu voz
–y te reta, porque ella no quería que eso pasara.
-¿Y
no te gustaba que apareciera?
-No
–dice enojada– porque sos mi molestia, no mi apoyo –te dice
abrazándote cada vez más fuerte. –Mi debilidad, no mi fortaleza.
Mi desesperación, no mi pasión –y no te enoja, porque vos si
entendes que todo es al revés. Que sos lo que ella niega. -Porque
sos mi error, no mi amor.
-Vos
también sos mi amor –le decís y ella se despega de tus hombros,
de tu cuello, de vos. Ella te mira, te observa, te encuentra. Te ve,
te acepta.
Te
ama por vez primera.